Todo un ideario filosófico
Bastan nueve composiciones, la mayoría de ellas de muy importantes dimensiones, para comprobar que estas construcciones que nos ofrece José Ramón Magallón en la sala de exposiciones de la Caja de Ahorros de la Inmaculada son todo un ideario filosófico que tiene en la plástica más refinada su puesta en escena puntual y sensible, que es su geometría dulcificada del intelecto quien impregna de sentido y valores a unas realizaciones plenas de serenidad, concretadas a través de un lenguaje de síntesis.
Verticalidades de circuitos discontinuos, de tramas simétricas y regulares, de campos de color rítmicos serenos unas veces y muy contrastados otras, de fondos monocromos. El nervio y la vida se serenan entre espacios medidos o dubitativos , incidentales y fugaces, que se construyen con lo perenne y duradero. Simplicidad y complejidad, unidad y diversidad, conviven en estos cuadros que cual pentagramas parecen evitar la música que los delate, prefiriendo el sile ncio que los acoge.
Magallón desarrolla auténticos ejercicios de voluntad expresiva en los que tomando como base la plena armonía de la línea y el color y partiendo de esquemas previos, produce frecuencias rítmicas articuladas en función de los tonos dominantes y la pureza de las líneas verticales. Con el color como sinónimo de la armonía y belleza, en sus propios contrastes y tonalidades, configura un cosmos en el que intervienen los elementos constructivos dispuestos de forma coherente.
Dice el propio autor: «Manifiesto en mi pintura la necesidad de construir. En ella, unas formas lineales y vacías son las encargadas de dar vida a otras; doy la misma importancia a la voz que al silencio, a la pintura que al vacío. Pequeños trazos que sugieren la presencia de una totalidad viva que permite intuir la vida del objeto y su origen en lo vacío».
Porque la vida es cambio, transformación, transmutación permanente. Lo que es complejo se vuelve simple, la arquitectura producto de la creatividad y la expresión plástica, la viveza en fugacidad, el silencio en orden y las ideas en discurso. Todo está expuesto tanto a la verdad como a la intuición, a las emociones como a los sentidos.
Los cuadros son eco de un discurso sugerente y profundo, que hace reflexionar a quien los mira y observa, ubicados en una dimensión espacial que es personal y única. Es el esfuerzo por construir su particular mundo pictórico, su estado más vital por los contrastes, su deseo de aglutinar componentes sutiles y envolventes, sugerentes, a veces incluso tensionados.
Temperamental y dinámica, esta pintura, claramente apasionada por la existencia y el caos, por el orden y la evolución, por la simetría y la experimentación, consigue ahondar en el diálogo de la forma y la determinación, de la realidad y la apariencia, entre lo sutil y la fortaleza, entre lo diferente, continuo y discontinuo. El espectador no puede sentirse indiferente, caerá atrapado porque el mensaje ya forma parte de sí mismo.